Esta historia se publica en el fanzine Abortos en Plural en Las Comadres.
La primera vez que supe sobre aborto fue cuando tenía 5 años. Mi ma- dre me explicó que un aborto era algo doloroso, una mala experiencia y una de las peores cosas que le puede pasar a una mujer. Crecí cre- yendo que las mujeres que pasan por un aborto mueren desangradas o se arrepienten toda la vida por haberlo hecho.
Cuando estaba en la universidad supe que una amiga que había pa- sado por un aborto gritaba de dolor en la clínica. Todos mis compañe- ros hablaban de eso, reafirmando la idea que yo tenía del aborto como algo doloroso y traumático.
Después de haber egresado, me enteré que estaba embarazada. Den- tro de mis planes de vida no estaba ser mamá. Hablé con mi pareja y buscamos opciones. Una amiga me comentó de una clínica clandestina que “supuestamente” era segura, pero me cobraba 500 dólares. Era mu- cha plata pero con mi pareja pensamos que lograríamos conseguir ese dinero. No sabía qué hacer, tenía todas esas cosas en la cabeza sobre lo inseguro que era exponerme a ir a ese lugar. Más que dudas, tenía miedos y eso era lo que me paralizaba. El miedo a morirme por ejemplo, o el miedo a que la gente se entere.
Fui a un conversatorio de Las Comadres para hablar de aborto. Escu- ché la charla, cogí todos los volantes y me fui a casa. Me fui a dormir pensando en las opciones que tenía: por un lado llamar a Las Comadres y por el otro ir a la clínica clandestina. Al día siguiente por la tarde llamé al número que estaba en los volantes. Ellas me citaron en un lugar, nos reunimos, me explicaron junto a otras mujeres sobre nuestras posibilida- des de abortar de forma segura con medicamentos.
Ese encuentro me hizo sentir tranquila porque yo no era la única que estaba en esa situación, además había una mujer que lo había hecho y ahora acompañaba a su amiga, que nos dijo que el proceso fue tran- quilo. Al ver que había otras mujeres me sentí acompañada. Yo tengo un problema cardiaco, y pensé que por mi enfermedad del corazón no me iban a poder apoyar y tendría que buscar otras opciones, perovdespués de unos días me llamaron para que nos volvamos a encontrar. Me dijeron que habían consultado respecto a mi enfermedad con una doctora y una ginecóloga, que pertenecían a la Red.
Estas dos mujeres que jamás en la vida había visto, que no conocía, ni sabían quién era yo; me estaban ayudando de la manera más desin- teresada. No me pidieron nada. Me dieron opciones y dejaron que yo decida lo que prefería hacer. En ese momento pensaba que cuando todo eso pasara, yo quería ser esa mujer que acompaña, que apoya a otra, aún sin conocerla, sin pedirle nada a cambio.
No me demoré nada en decidir, quise abortar de forma segura con Las Comadres. Recibí el protocolo y empecé con el primer paso. Me con- tacté con mi comadre, me explicó lo que podía hacer con mi malestar y seguí sus instrucciones al pie de la letra.
Al día siguiente sentí mucho alivio, una tranquilidad enorme. “Ya se aca- bó, ya pasó” pensé, pero después me sentí culpable por esos sentimien- tos. A veces sentimos culpa de no sentir culpa, porque es lo que nos han dicho que debemos sentir después de un aborto. Pero yo me sentí tran- quila porque podía continuar con mis planes y había tomado la mejor decisión. Cuando pude asistir a un post-aborto de Las Comadres, me sentí mucho más tranquila. Habíamos varias mujeres. Me sentí identificada y aliviada porque no era un monstruo, sólo era una de tantas mujeres que había tomado la decisión de continuar con su proyecto de vida.
Yo tuve dos AbortoS, el segundo fue totalmente distinto. En aquella vez me marcó la violencia obstétrica y todo lo que sufrimos las mujeres por parte de los médicos. La segunda vez que me quedé embarazada fue cuando estaba por graduarme de la U. En esa ocasión decidí continuar con el embarazo. Junto a mi pareja sabíamos que el tema cardíaco ha- bía empeorado y tenía que consultar con un médico. Cuando lo hice, mi cardiólogo me dijo que el embarazo ponía en riesgo mi vida y lo mejor era interrumpirlo. Tomamos la decisión de hacerlo y los médicos me dije- ron que la intervención tenía que ser quirúrgica.
Me dieron menos de la dosis necesaria para que la expulsión sea com- pleta.Aunque yo tenía todo este conocimiento, no me atreví a decir nada por miedo al cuestionamiento y a la criminalización. Me tuvieron sin comer 72 horas, cuando mi familia insistió que me ayuden con la in- tervención, ellos respondieron que estaban salvando vidas y que lo mío era otra cosa, reduciendo mi vida y mi bienestar emocional a nada.
Me sentí violentada y molesta. Sentí que el personal de salud no me acompañaba sino que me juzgaba o juzgaban mi decisión aún ante un aborto terapéutico necesario. Eso fue doloroso, decepcionante y violen- to, no mi aborto en sí, sino todo lo que implicó el aborto quirúrgico. Lo único que podía pensar es que la primera vez todo fue diferente.
Ahora entiendo que mis decisiones deben ser desde mis derechos y no desde el miedo.
El aborto para mi es el derecho que tenemos las mujeres de asumir o no, un rol tan importante como el de ser madre. Es esa alternativa que en- contramos ante un método fallido, una mala decisión, un descuido o sim- plemente la falta de deseo de asumir una maternidad que no queremos.
La sociedad generaliza la realidad de las mujeres que nos quedamos embarazadas y que decidimos por nuestro proyecto de vida, queriendo que tomemos decisiones entorno a roles e ideas impuestas. Muchos pue- den juzgar las decisiones que tomamos las mujeres, incluso las parejas que también tienen responsabilidad dentro de las acciones.
Los AbortoS representan todo a lo que se oponen muchos actualmente: la capacidad de decidir de la mujer sobre su cuerpo, el no limitarse a ser solo incubadoras o seguir gestando roles impuestos, el tener control entorno a la toma de decisiones como tal.
La gente se escandaliza tanto por la sola idea de un aborto, al punto de ni siquiera hablar de que las mujeres podamos tener más de un abor- to. Creo que las mujeres que abortamos más de una vez somos mujeres que estamos agradecidas con nosotras mismas por poder decidir sobre nuestro cuerpo las veces y en los momentos que creamos necesarios. Lamentablemente, no todos los contextos son iguales ni las decisiones que hemos tomado han sido con las mismas motivaciones. Sin embargo, el aborto es un derecho que vamos conquistando con nuestros cuerpos.
English Translation from Google Translate:
The first time I found out about abortion was when I was 5 years old. My mother explained to me that an abortion was a painful thing, a bad experience, and one of the worst things that can happen to a woman. I grew up believing that women who go through an abortion bleed to death or regret their entire lives for having done so.
When I was in college, I learned that a friend who had had an abortion was screaming in pain at the clinic. All my colleagues talked about it, reaffirming my idea of abortion as something painful and traumatic.
After graduating, I found out I was pregnant. Being a mother was not part of my life plans. I spoke with my partner and we looked for options. A friend told me about a clandestine clinic that it was "supposedly" safe, but charged me $ 500. It was a lot of money, but with my partner we thought we could get that money. I didn't know what to do, I had all those things in my head about how insecure it was to expose myself to go to that place. More than doubts, I had fears and that was what paralyzed me. The fear of dying for example, or the fear that people find out.
I went to a Las Comadres conference to talk about abortion. I listened to the talk, took all the flyers, and went home. I went to sleep thinking about the options I had: on the one hand, call Las Comadres and on the other, go to the clandestine clinic. The next day in the afternoon I called the number on the flyers. They summoned me to a place, we met, they explained to me together with other women about our possibilities to have a safe abortion with medication.
That meeting made me feel calm because I was not the only one in that situation, there was also a woman who had done it and now she was accompanying her friend, who told us that the process was quiet. Seeing that there were other women, I felt accompanied. I have a heart problem, and I thought that because of my heart disease they would not be able to support me and I would have to look for other options, but
after a few days they called me so we could meet again. They told me that they had consulted about my illness with a doctor and a gynecologist, who belonged to the Network.
These two women that I had never seen in my life, that I did not know, nor did they know who I was; they were helping me in the most disinterested way. They didn't ask me for anything. They gave me options and let me decide what I preferred to do. At that moment I thought that when all that happened, I wanted to be that woman who accompanies, who supports another, even without knowing her, without asking for anything in return.
It didn't take me anything to decide, I wanted to have an abortion safely with Las Comadres. I received the protocol and started with the first step. I contacted my comadre, she explained what I could do with my discomfort and I followed her instructions to the letter.
The next day I felt a lot of relief, an enormous tranquility. "It's over, it's over," I thought, but then I felt guilty about those feelings. Sometimes we feel guilty about not feeling guilty, because it is what we have been told to feel after an abortion. But I felt calm because I could continue with my plans and I had made the best decision. When I was able to attend a post-abortion at Las Comadres, I felt much calmer. We had several women. I felt identified and relieved because she was not a monster, she was just one of many women who had made the decision to continue with her life project.
I had two abortions, the second was totally different. At that time, obstetric violence and everything we women suffer from doctors marked me. The second time I got pregnant was when I was about to graduate from U. On that occasion I decided to continue with the pregnancy. Together with my partner we knew that the heart problem had worsened and I had to consult a doctor. When I did, my cardiologist told me that the pregnancy was life-threatening and it was best to terminate it. We made the decision to do it and the doctors told me that the intervention had to be surgical.
They gave me less than the necessary dose for the expulsion to be complete. Although I had all this knowledge, I did not dare to say anything for fear of questioning and criminalization. They kept me without food for 72 hours, when my family insisted that they help me with the intervention, they replied that they were saving lives and that mine was something else, reducing my life and my emotional well-being to nothing.
I felt violent and upset. I felt that the health personnel were not accompanying me but rather judging me or my decision even in the face of a necessary therapeutic abortion. That was painful, disappointing, and violent, not my abortion itself, but everything that the surgical abortion involved. The only thing I could think of is that the first time everything was different.
Now I understand that my decisions must be made from my rights and not from fear.
Abortion for me is the right that women haveyou are to assume or not, a role as important as being a mother. It is that alternative that we find in the face of a failed method, a bad decision, an oversight or simply the lack of desire to assume a motherhood that we do not want.
Society generalizes the reality of women who become pregnant and who decide for our life project, wanting us to make decisions around imposed roles and ideas. Many can judge the decisions we women make, even couples who also have responsibility for actions.
Abortions represent everything that many currently oppose: the ability of women to decide about their bodies, not limiting themselves to being just incubators or continuing to develop imposed roles, having control over decision-making as such.
People are so scandalized by the very idea of an abortion, to the point of not even talking about the fact that women can have more than one abortion. I believe that women who abort more than once are women who are grateful to ourselves for being able to decide on our body as often and at the times we deem necessary. Unfortunately, not all contexts are the same and the decisions we have made have not been with the same motivations. However, abortion is a right that we are conquering with our bodies.